Combatieron la frustración para mantener las empresas operando

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Foto por Esteban David Rodríguez Flecha / De izquierda a derecha, José Feliciano, Antonio Hernández, Héctor Ríos Maury y José Vázquez verio fueron parte del foro de industrias y comercios moderado por Yeidy Agneris Vega Alicea, directora de redacción de El Oriental.

Por Yeidy Agneris Vega Alicea / Twitter @YeidyAgneris

(20 de septiembre de 2018)-“A uno no le gusta ni pensar en esto. No es sólo lo material, es ver tu esfuerzo, tu tiempo, tu sacrificio, que en cuestión de horas se destruyó. Es cada empeño, cada minuto que tu le quitas a tu familia y tu vida personal para que te resulten las cosas y que en cuestión de horas no tengas nada”.

De esa manera, el comerciante naguabeño Antonio “Tony” Hernández describió el jueves, el impacto emocional y económico de aceptar que sus tres negocios (Ikakos Bar and Restaurant, El Makito y Karakoles) restaurantes que ubican en el malecón de Naguabo se destruyeron casi en su totalidad.

En su caso, el mar entró a sus locales y en ellos, según contó, no quedaron botellas, ni barra, ni estufa, nevera y ningún equipo que funcionara. Además, que sus locales fueron saqueados y le llevaron inventario.

El efecto de las ráfagas de 155 millas por hora que trajo consigo el huracán María desestabilizó todos los servicios esenciales en la Isla, entre ellos, los de salud, la transportación, la gasolina, y también la educación. La industria de alimentos y el área turística también tuvo su golpe.
En tiempos de María, para muchos comerciantes y administradores el agotamiento y la carencia de los recursos necesarios para operar sus negocios y empresas en muchas ocasiones fue motivo de frustración, sin embargo, muchos no se rindieron.

José Vázquez Berio, propietario Puma Palmas Family Mart, fue uno de los que pese a que encontró una enorme destrucción en su estación de gasolina, al día siguiente del huracán, luego de que con mucho esfuerzo pudiera localizar mecánicos para poner a funcionar las bombas, comenzó a operar, aunque inicialmente sin combustible.

“Llegamos a las nueve de la mañana, aquello no existía, mi hijo estaba conmigo en el carro. Me mira, no me dijo una palabra, pero no hizo falta. Le dije, “we build it once; we build it again” (lo construimos una vez y lo construiremos otra vez”, comentó Vázquez Berio.

Los primeros días, según recordó la fila de vehículos, algunas personas que incluso estaban en la línea desde la noche anterior, se desplazaba desde el barrio Candelero hasta Buena Vista.

En el área de la salud, la zona este tuvo una necesidad emergente que incluso hizo necesario habilitar el 14th Combat Support Hospital (hospital militar) en el Coliseo Humacao Arena. Uno de los principales hospitales en la zona, el Ryder Memorial Hospital se convirtió en sólo horas en el reflejo de la destrucción.

Un acontecimiento difícil de recordar para su director ejecutivo, José Feliciano.

“Fue terrible, no solamente por el hecho de cómo quedó el hospital. Era pensar que tienes la responsabilidad de defender y proteger a 79 pacientes que de una manera u otra estaban indefensos. Igualmente con unos 200 empleados que estaban pernoctando en el hospital con las preocupaciones de sus familias. Nosotros tuvimos empleados que en medio de los vientos se querían ir. Solamente Dios le da a uno la fortaleza para bregar con todo esto”, comentó Feliciano.

En el Ryder, las pérdidas ascienden a los $20 millones. El principal daño, provocado por la cantidad de agua que entró por el techo del quinto piso y que percoló hasta el primero. El pasado 30 de agosto, el hospital pudo inaugurar el segundo piso de la estructura, su sala de operaciones y cuartos para hospitalizaciones.

Entretanto, en el ámbito educativo, en el pueblo de Humacao ubica uno de los 11 recintos de la Universidad de Puerto Rico, un campus que además de un centro de estudio, es para miles de estudiantes su segundo hogar, el lugar en el que pasan mayor cantidad de tiempo. Ante el daño estructural en algún momento surgieron “sugerencias” de cierre, especialmente porque entre otros daños, fue el último recinto en recibir servicio eléctrico.

Sin embargo, la idea fue descartada desde el principio por el rector, Héctor Ríos Maury, quien aseguró que en ningún instante pasó por su mente la posibilidad de que el Recinto no abriera.

“Nuestro estudiantado es más pobre, en esta región la situación de pobreza es mayor, el 82 por ciento de nuestros estudiantes depende de las becas federales para poder estudiar, es el por ciento más alto que otros recintos. Sabíamos que habían estudiantes que no tenían cinco dólares para comer. Vimos mucho llanto, padres que llegaban al Recinto”, describió el Rector a la vez que destacó que en la UPR-H lograron salvar el semestre.