Por: Luis (Luigui) Rivera / lgriveramedina@live.com
Hace una semana tuvimos la visita del Rey Felipe VI de España como parte de la celebración de los 500 años de la fundación de la ciudad capital de San Juan.
Esta no estuvo exenta de controversias históricas y políticas que más allá de brindar soluciones acrecienta la división entre los puertorriqueños.
Resulta que la estatua de Juan Ponce de León, ubicada en la Plaza San José del Viejo San Juan, fue derribada en aparente protesta por los abusos hacia los habitantes Taínos por parte de los conquistadores españoles.
Aunque hay datos irrefutables sobre cómo fueron exterminados los Taínos a manos de los españoles, no podemos dudar que lo que somos hoy día es parte de los sucesos del pasado.
Hoy tenemos una cultura, un idioma y parte de un estilo de vida que son resultado de la influencia española y que han ayudado a desenvolvernos como sociedad civilizada. En estos momentos, como país, enfrentamos diversas situaciones sociales y económicas que requieren de madurez y entereza para poder enfrentarlas.
Pertenecemos a un mundo sumamente competitivo donde las oportunidades son limitadas. Esta visita, además de la festividad del quinto centenario antes mencionado, tenía el propósito de estrechar lazos comerciales que permitan el intercambio de negocios entre Puerto Rico y la nación europea.
Viéndolo del punto de vista económico, no podemos perder de perspectiva que estamos en una época donde la globalización no conoce fronteras y las divisiones históricas se van desvaneciendo a la hora de hacer negocios.
Nuestra condición política no puede seguir siendo el pretexto para enajenarse de las tendencias mundiales sostenido por el caos y el desorden en la sociedad. Necesitamos aliados que ayuden a nuestra isla a desarrollarse económicamente, que nos permita ser más competitiva y atractiva.
Puerto Rico al igual que todos los países del mundo han desarrollado su historia a base de sangre, batallas y sacrificio. Los monumentos, aunque estemos o no de acuerdo con ellos, están para recordarnos nuestra procedencia, los eventos que marcaron nuestro devenir como pueblo y ¿porque no?, que sean para recordarnos los errores del pasado, que nos ayude a no repetidos, por lo que aplica el dicho “quien no conoce su historia está condenado a repetirla”.
Estamos llamados a preservar estos espacios para que no se pierda nuestra razón de ser e identidad. La historia puede ser dinámica con el paso de los años, ser reescrita con datos y estudios profundos con información irrefutable, no con acciones que busquen imponer a la fuerza criterios ideológicos.
Ya no necesitamos más distracciones ni discusiones estériles como las relacionadas a este evento. Tampoco necesitamos la muestra de fuerza que se utilizó al momento de reponer la estatua en la cual se desplegaron una cantidad de efectivos policiacos que no estaban a tono a la cantidad de manifestantes que había en el lugar.
En fin, este acto más allá del daño a la escultura de casi 150 años de antigüedad pone de manifiesto la falta de seguridad y vigilancia de la ciudad capital como ocurre en el resto del país. Estos actos no tienen cabida ni abonan absolutamente nada más allá de desviar la atención a lo que realmente es importante.